1ª Novela. Introducción parte 1

    
      El aire que entró por la ventanilla medio abierta del coche acarició mi cara y me despertó. Me incorporé lentamente mientras me frotaba los ojos, todavía estaba media adormilada. A través del cristal solo se veían campos verdes, miré mi móvil, eran las 12:28. Nos dirigíamos a Liencres el pueblo de la abuela en Cantabria. Mi hermana pequeña, Sophie, todavía estaba dormida. 

      -¿Queda mucho mamá?- susurré procurando no despertar a Sophie. Mi madre iba conduciendo y pareció no escucharme.
      -No, llegaremos en una hora u hora y media- respondió al fin mi madre.

       La idea de venir a visitar a la abuela había sido de mamá, yo me aburría monton en los pueblos, nunca había nada interesante que hacer. El día anterior al viaje, había intentado convencer a mi madre para quedarme en nuestro piso de Madrid.

      -Cariño todavía tienes 15 años, no te vas a quedar sola, además la última vez que viste a la abuela eras una niña, tendrá ganas de verte.
      - Mamá en un mes cumplo los dieciseis, ¿es que no entiendes que no quiero pasarme el verano aburrida en el pueblo?- me justifiqué yo, pero mamá es muy cabezota, y no quiso entrar en razón. Así que tuve que aceptar, no me quedaba otro remedio. 
        
       La última vez que habia ido a Liencres fue cuando tenía 9 años, mejor dicho estuve viviendo allí hasta que cumplí los 9 años. Cuando mi padre nos abandonó (yo tenía 7 años y Sophie aun no había nacido, es más mi madre estaba embarazada de ella en ese momento) nos fuimos a vivir con la abuela. Mi madre quedó destrozada con la separación y mi abuela cuidó bien de nosotras. En nuestra casa nunca se había hablado de la ruptura, era un tema "intocable", ni siquiera yo sé porque decidieron separarse cuando estaban esperando un bebé y tenían una vida aparentemente feliz. Sophie nunca conoció a papá, y papá nunca conoció a Sophie.
        Yo albergó todavía algunos recuerdos de mi padre, borrosos, pero ahí estan. Lo recuerdo como a un hombre alto y esbelto, de pelo oscuro y ojos claros. También tengo un vago recuerdo de una vez que me llevó a un parque de atracciones y nos montamos en una noria mientras yo comía algodón de azúcar. Guardo una única foto de él conmigo, cuando todavía era una cría. Fue de un día que visitamos una preciosa playa, yo tendría 5 o 6 años, y era muy feliz. Pero son recuerdos, solo recuerdos de alguien que desapareció misteriosamente de nuestras vidas.